Teatro
Narrador: entramos en el siglo XX y la ciudad de Las Palmas no paraba de crecer y transformarse en una ciudad moderna. Al calor de la actividad del Puerto de La Luz comenzaron a surgir nuevos barrios con gentes venidas del interior de la isla, del campo, y de otras islas, especialmente de Lanzarote y Fuerteventura. Estos obreros y peones del Puerto fueron construyendo sus humildes viviendas en La Isleta, Guanarteme y Ciudad Alta. Tras la Guerra Civil Española se produce la anexión del antiguo municipio de San Lorenzo y Las Palmas de Gran Canaria sumará más de 100 mil habitantes. Pero llega la posguerra y la crisis económica afecta a todo el país. Canarias y nuestra ciudad no escapan a ella, y los canarios tienen que apretarse el cinturón para sobrevivir…

Abuelo (mirando a su nieta y el cochecito comienza a recordar su niñez… ) : ¿sabes Laurita, cuando yo era niño la vida era muy distinta a la de ahora. Ah, y cuánto ha cambiado la ciudad! Yo con tu edad me pasaba el día jugando descalzo en los arenales y las fincas donde hoy está el Estadio Insular.
Laurita: ¿descalzo? ¿es que no tenías zapatos?
Abuelo: en casa no teníamos casi de nada, pero a los chiquillos nos sobraba la ilusión y las ganas de jugar…


Escena: estamos en la posguerra, el verano de 1940. Unos niños juegan en los arenales y terrenos que cubrían el entorno del actual Estadio Insular. Juegan, descalzos, a las batallas con tiraderas y pistolas de madera hechas a mano.

La escena se desarrolla con la voz en off situándonos en el periodo y contándonos los juegos de los chicos de la época (de fondo se oyen a los niños jugar)

Miguel: pium pium! te he dado!
Cristóbal: toma, piumm, yo también te he dado!
Miguel: pam, pam, pam te di ¡ eh, no valeee!
Cristóbal: jajajaja, no me has dado, pium pium,pium!

Voz en off:

Narrador: la emigración de canarios a América había sido constante en los siglos anteriores, pero es en los años de la posguerra cuando más dramática se vuelve, porque los canarios se convierten en clandestinos que deben esconderse de la policía para poder embarcarse en pequeños barcos y salir de la isla. Huyen del hambre y se enfrentan a un futuro incierto en el que lo que está en juego es su vida y la de los suyos.


Laurita: pero abuelo,¿ por qué eran tan pobres?
Abuelo: no es que fuésemos pobres, lo que pasó fue que hubo una Guerra en España, la Guerra Civil, y cuando terminó el país quedó en ruinas y hubo que apretarse mucho el cinto. La posguerra fue muy dura, se pasó mucha miseria…
Laurita: ¿y se pasaba hambre?
Abuelo: tanta que muchos canarios tuvieron que marcharse a otros países para buscarse la vida y poder comer. Sobre todo se fueron a América, a Cuba, Venezuela, Uruguay…


Escena: estamos en el año 1949. Unos jóvenes recién casados, Eugenio y Esther, esperan en el Puerto como clandestinos, al abrigo de la oscuridad de la madrugada, para embarcar en un pequeño barco de vapor que les lleve a Cuba. Llevan consigo a su pequeño bebé de tres meses y representan a los numerosos emigrantes que, huyendo de la miseria que se padecía en Canarias, especialmente en el mundo rural, iban a América a buscar mejor vida. Les despide doña Dolores, la madre de élla.

doña Dolores: y recuerda Esther, mi niña, en el viaje mantente siempre cerca de Eugenio, ya sabes lo que le pasó a aquélla chica que se embarcó sola y no la volvieron a ver .Y cuando llegues a Cuba dirígete a Santa Clara, allí es donde vive tu tío Cristóbal y su hijo Raúl.
Esther: sí mamá, no te preocupes, tengo la dirección aquí y no me voy a separar de Eugenio hasta que lleguemos.
Eugenio: no se preocupe señora Dolores, llegaremos bien a Cuba, me han dicho que el capitán del barco es muy buena persona y los demás que irán son todos gente humilde y honrada como nosotros.
doña Dolores: si ya lo sé mi hijo, pero es que no me hago a la idea de que se vayan, y encima con Carlitos tan pequeño aún! Anda, déjame que lo coja por última vez (y abraza al niño amorosamente).
Esther: mamá, te prometo que en cuanto lleguemos a casa del tío Cristóbal te escribo para decirte como estamos. Y en cuanto podamos, mandaremos algo de dinero para ti y papá.
doña Dolores: ay hija, yo solo quiero que ustedes consigan un buen trabajito y puedan vivir para comer y criar a Carlitos. Tú no te preocupes por nosotros que aquí tiraremos como podamos, la tierra aún da, aunque este invierno ha llovido tan poco!
Eugenio: me han dicho unos amigos de la ciudad que tienen parientes en Cuba que allí es mucho más fácil encontrar trabajo, los canarios son vistos como buenos trabajadores y en las fincas seguro que encontraré algo. A los españoles allí los llaman gallegos …
doña Dolores: sí, pero a mi hermano Cristóbal lo llaman “ el Canario”, y es uno de los carpinteros más respetados de Santa Clara. Habla con él que seguro que algo te encuentra…
Ya son casi las 6 de la mañana y una llamada en voz baja les avisa de que tienen que subir al barco…
Eugenio: señora, tenemos que embarcar ya, no se preocupe, cuidaré de su hija, usted verá que todo saldrá bien…
doña Dolores ( entre lloros): dame un abrazo Esther mi niña, cuídense, escríbeme, no te olvides que aquí tienes a tus padres que te quieren…
Esther (llorando): no llores mamá, dále un beso a papá y dile que estaré bien, cuídense!
doña Dolores (despidiéndolos entre lágrimas): ay, que duro es tener que marcharse de la tierra de uno para buscar una vida mejor! suerte mis hijos, suerteeeeee!

Narrador: los canarios que se quedaron en las islas debieron enfrentarse a la escasez de alimentos, combustible o medicinas entre otras cosas. La gasolina o los medicamentos se convirtieron en artículos de lujo, y el Puerto se convirtió en una tabla de salvamento para miles de canarios. A través de los barcos extranjeros unos cuantos canarios, los cambulloneros, hacían entrar en la ciudad muchos productos que faltaban en Gran Canaria. Comerciaban, vendían o intercambiaban y se llenaban los bolsillos en el mercado negro. Pero también salvaron vidas…

Abuelo: uf si se pasaba hambre, si yo te contara! Los que iban escapando mejor eran los que vendían y compraban en el Puerto a los barcos de afuera, se llamaban cambulloneros…
Laurita: ¿carbullo qué?
Abuelo: cambulloneros, otra de estas palabras que cogimos de los ingleses… pero mira y escucha, mira…




Escena: años 40. Son las 6 de la mañana y Pepe “el Gambusa” uno de los cambulloneros del Refugio llega al Muelle Grande para intercambiar mercancías con un marinero de un barco inglés atracado en La Isleta. El cambullonero aprovecha la oscuridad de la madrugada para no ser visto. Despunta la mañana…

Pepe: uh, no se ve nada con esta oscuridad, donde se habrá metido este choni! Ah, ya lo veo. Eh míster, pensaba que ya no venías!
Marinero, de nombre Paul (con acento inglés chapurrea el castellano): yes, amigo, llevar un rat…rato aquí. Traes qué?
Pepe: se dice “¿qué traes?”. Mira, traigo unas botellas de ron, un mantel calado hecho por mi suegra y una caja de frutas (señalando). ¿Y tú? ¿Trajiste lo que hablamos?
Marinero: yes, yo traer algo cosas hablarr ayer. Mira, dos onzas chocolate, galletas Murphy´s, whisky dos bottles y una sier… sier…
Pepe: sí, una sierra, y baja la voz, no hables tan alto! que si nos descubre el capitán a mí me llevan al cuartelillo y a ti te cuelgan del palo! ¿Y las medicinas? ¿las trajiste? es lo que más me importa…
Marinero: yes, traigo unas gas… gasas, pastillas para fiebres, bottles alcohol y esto ( señala una pequeña botella) ¿esto importa mucho tú?
Pepe: ¿ la penicilina? claro que es muy importante! desde que terminó la Guerra Civil por aquí no se ven medicinas ni por asomo! y la que más cuesta conseguir es la penicilina. Esta no es para venderla, se la prometí a alguien.
Marinero ( el inglés le escucha mientras se acerca a la caja de frutas): pinta buena estas oranges… ¿prometiste penicilina? ¿a quién? si vendes tú puedes sacar two pounds al menos por bottle…
Pepe: sí, ya sé que es muy valiosa, y aquí no usamos pauns sino pesetas! pero se la prometí a doña Ricardita, su nieto está muy enfermo y la necesita… espero que aún estemos a tiempo…


Escena: invierno de 1942. Día lluvioso en Las Palmas, las gentes se asoman al Puente de Piedra que une Vegueta y Triana para ver correr el agua por el Guiniguada. Tres vecinas, doña Claudia, Nieves y María hablan de sus cosas mientras el torrente desemboca en el mar.

Nieves: hola Claudia, ¿ha visto la de agua que lleva el barranco? Tres días lleva lloviendo y no para!
Claudia: sí mi niña, ¡el diluvio que nos está cayendo! le dije a mi madre esta mañana que tenemos tres goteras en la casa que me tienen de los nervios... ¡todo el rato… glub, glub, glub! A ver si mi cuñado se pasa y las mira para taparlas.
Se unen a la conversación María y Esperanza, dos jóvenes del Risco de San Nicolás que venían de hacer la compra en el mercado.
María: buenos días Claudia, buenos días Nieves.
Esperanza: ¡Buenos días, niñas!
María: ¿Hablaban de las lluvias de estos días? Mi padre, que es capataz en las fincas del Pambaso, me ha dicho que las plataneras han quedado fatal, y lo peor se lo han llevado los corrales de más arriba.
Esperanza: Pues mi padre, que es comerciante en el puerto, me ha contado que por el temporal no le ha llegado la mercancía tan importante que esperaba.
Claudia: , a don Miguelito, mi vecino de enfrente, ya se le han ahogado tres cabras y varios baifos. Esta mañana mismo había uno flotando por allí (señalando).
Todas: ¡Qué asco!
Nieves: oh, si ayer, cuando más fuerte llovía, me dijo doña Mercedes, que tiene la casa ahí enfrente en Vegueta, que le entró toda el agua por debajo de la puerta y se le inundó el zaguán!
Esperanza: ¡Qué faena! Afortunadamente en mi casa no ha ocurrido ninguna desgracia…
María: hasta el pescadero me dijo que como siga esto así un día más en lugar de salir a pescar su hermano y su primo entrarán los pescados por la pescadería para adentro!
Claudia: jesús mi niña! que exageradita eres! dile tú a Rogelio, el pescadero, que no cobre tan caro la vieja y la boga y que se deje de boberías!
Esperanza: ¡Miren, miren!… lo que sí es verdad es lo mal que se ha quedado el Terrero de lucha, ¡miren! ¡parece una charca!(señalando) y como siga lloviendo así hasta el Teatro se va a inundar!
Nieves: ¡no digas esas cosas, Esperanza!
María: ¡ay!, a mí lo que no me gusta es el mal olor que queda luego del reboso de las alcantarillas, porque lo que es ver llover me encanta.
Esperanza: Sí, es hermoso!... (pone la mano como cogiendo las gotas de lluvia)
Nieves: estoy de acuerdo contigo, mi niña. ¿Saben lo que les digo? que con goteras o sin goteras ojalá todos los años sigamos viendo correr el Guiniguada!
Todas: ¡Ojalá!


Abuelo: o como cuando esperábamos para coger el tren de la ciudad, la Pepa!
Laurita: ¿un tren que se llamaba la Pepa? ¿ aquí?
Abuelo: sí hija, aquí. ¿Tú no has visto los raíles que hay en la calle Triana, ahí debajo?
Laurita: ah sí, los hierros esos!
Abuelo: pues por ahí pasaba el tren que venía desde el Puerto.


Escena: estamos a comienzos de 1943 en la Calle Mayor de Triana. Dos mujeres vecinas de la zona, doña Isabelita y Josefa, hablan de sus cosas mientras escuchan pasar el tranvía conocido como la Pepa. Este se inauguró como tren a vapor en 1890. Luego se hizo eléctrico para ahorrar y evitar ensuciar tanto las fachadas de las casas. Tras la Guerra Civil, a raíz de la escasez de combustible, se vuelve a poner en marcha como locomotora a vapor hasta 1948.

doña Isabelita: mira mi niña, al final compré la tela para el vestido de mi nieta a don Cristobalito, porque a media peseta el metro era una ganga!
Josefa: sí mi hija, que ahora hay que apretarse el cinto más que nunca, que con el racionamiento ya tenemos bastante.
En ese momento se oye el pitido del tren pasando por la calle.
doña Isabelita ( con voz de susto y sorpresa): jesús mi niña! qué susto con el dichoso tren! creía que se me venía encima!
Josefa: tranquila mujer, que la Pepa tiene sus raíles por donde andar! Y menos mal, porque si no es por el tren no sé como haríamos para llegar al Puerto! ¡ Que mi marido va a vender todos los días mercancía a los barcos que llegan a La Isleta y vuelve el tren estibado de gente!
doña Isabelita: oh mi niña, desde la guerra aquí no hay gasolina para las guaguas, así que como no vayamos en carros tirados por burros como hacían antes…
Josefa: ah, y si quieres coger un coche de esos … como los llaman?…
doña Isabelita: ¿ los piratas?
Josefa: eeeeso! los coches piratas! pues no tenemos dinero como para eso…
doña Isabelita: ah no mi hija, y los de hora como el que va por Tamaraceite hasta Teror no los cojo yo sola porque me da miedo!
En ese momento Isabelita comienza a recordar su niñez, emocionada…
Todavía recuerdo cuando inauguraron el tren, yo tenía 8 años y lo llamaron la Pepa porque fue un día de San José. Recorría la carretera del Puerto desde la Isleta hasta la entrada de la ciudad en Triana. Éramos todos los chiquillos arremolinados viendo pasar el tren. Ah, qué tiempos tan bonitos!
Josefa: no se emocione doña Isabelita, que usted verá que salimos de ésta, se pasarán las apreturas y las cartillas de racionamiento. ¡Que dios aprieta pero no ahoga!


Laurita: jo abuelo, pues si que han ocurrido cosas en Las Palmas! Yo no sabía que era una ciudad tan vieja!
Abuelo: (al público) ya ves que Las Palmas es una ciudad mucho más vieja que yo, que ha pasado por momentos buenos y malos a través de generaciones de canarios y gentes venidas de afuera. Mucho tiempo ha pasado desde que se construyó aquél viejo Real de Las Palmas, pero si en algo no ha cambiado la ciudad es que sigue abierta al mar, acogiendo a los que vienen de otros países y continentes. Mira Emilio, ese coche que te di para que jugaras lo hice yo cuando tenía tu edad. Está hecho con algunas maderas, viejas latas y unos muelles. Quiero que te lo quedes, es tuyo. Pero cuídalo y guárdalo para que algún día se lo puedas dar a tus nietos mientras les cuentas la historia de nuestra ciudad”.



FIN OBRA 3º TRIMESTRE CURSO 2009/2010
Etiquetas: edit post